José Echegaray

Toda grandeza acaba: las montañas se desmoronan, y hechas polvo, van al fondo del mar; los imperios se derriban, y hechos pedazos v…

Con este nombre designaban en uno de nuestros primeros manicomios a un pobre demente, que antes de serlo se llamaba D. Isidoro Val…

El diablo es vicioso, grandemente vicioso; y dentro de su impuro ser no hay vicio que no llegue a la plenitud. Porque de no ser así, …

Tomás Barrientos era persona de juicio y de prudencia. Nunca tomaba resolución alguna sin meditarla largo rato y sin pesar ant…

Don Benigno era un buen hombre, tan bondadoso, que si a los treinta años de edad le hubieran bautizado de nuevo, de nuevo se le hu…

Así la llaman: «La fuente del beso». Brota el manantial de una roca muy grande, vestida de muchos colores, tapizada po…

Escojo una pasión, tomo una idea, un problema, un carácter... y lo infundo, cual densa dinamita, en lo profundo …

Era un Domingo de Carnaval; pero no de los anémicos de hoy, sino de los pletóricos de los buenos tiempos. Carnaval plet&…

Como la vida es lucha, el fuerte en ella vence. Pero al débil le queda la victoria suprema de la muerte. (Muestra…

La lluvia de una nube, del sol al vivo rayo, un arco de colores pintaba en el espacio. El agua de una fuente, …

¿Ves bajo el líquido velo de su linfa, cómo el lago pinta con sumiso halago sombras y luces del…

La vieja catedral era toda alegría. Por dentro la iluminaban centenares de cirios, cuyas llamas eran como estrellas encendidas en aqu…