La tela de araña


Read by Alba

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No puedo sufrir la visla de una tela de araña. No es la aversión a la suciedad la que me inspira este horror. Otras cosas más sucias presencio todos los días y permanezco tranquilo. Es que el espectáculo de una tela de araña levanta en mi cerebro un tropel de pensamientos aciagos. Es que veo en ella el símbolo de toda la infamia que encierra el universo.

¡Es horrible! ¡es horrible!—me digo.—Los fuertes torturando a los débiles, los astutos y perversos tendiendo lazos a los inocenies y devorándolos. Este mundo es una carnicería eterna. Cuando con planta presurosa regreso por las tardes a mi hogar para estrechar entre mis brazos a los seres queridos, cruzo por delante de una tienda donde veo colgados los restos sangrientos de un animal que lambién amó a sus hijos y también gozó como yo de la luz del sol. ¡Es horrible! Los seres vivos no podemos subsistir sino devorándonos los unos a los otros. La vida vive de la vida en este miserable astro y acaso en lodos los demás. La planta lucha con la planta, el insecto con el insecto, el pájaro con el pájaro y el hombre con el hombre. La ley de la lucha por la exislencia es la única ley primitiva, innegable del universo. Razón tiene Voltaire: «Las moscas han nacido para ser comidas por las arañas... y los hombres para ser devorados por los pesares...»

Nunca pretendí engañarme. Ni la metafísica obstrusa y calenturienta que aspira a sorprender el secreto del universo, ni esa otra filosofía barata para la cual no hay problemas y todo lo encuentra llano y fácil, han logrado retenerme prisionero. Esloy persuadido de que ni mi razón ni la de ningún otro ser humano hallará por sí misma la solución del problema. La razón puede llegar hasta las puertas del misterio. Una vez allí o se encoge de hombros y retrocede o se apodera de las alas de una creencia para continuar su marcha... Pero es grato de vez en cuando divagar un poco. No es posible dudarlo. La lucha por la existencia es una ley... mas ¿será sólo la ley del mundo aparente? Sobre esta ley ¿no habrá otra superior, la ley del mundo real?

El dios Agni y el dios Indra—cuenta una leyenda india—se ponen de acuerdo para averiguar quien es el mejor de los hombres. El primero, metamorfoseado en pichón y seguido de cerca por el segundo, transformado en halcón, se refugia en el regazo del rey Oncínara. El rey acoge y defiende al pichón contra las garras de su enemigo. El halcón reclama su presa invocando la ley de Darwin y Lamarck.

«No guardes, ¡oh rey! el alimento que me eslá destinado a mí que vengo atormentado por el hambre. En tu deseo de observar la ley, lo que haces es vulnerarla. Todos los seres animados subsisten por el alimento. Si no me alimento, forzosamenle he de perecer, y muerto yo, mi compañera y mis hijos perecerán también, mientras que al defender a ese pichón no conservas más que una existencia. La ley que contradice otra ley no es ley. La que no tiene contradición es la verdadera ley.»

El rey le ofrece un toro, un jabalí, una gacela o un búfalo. El halcón responde:

«Yo no como ni toro, ni ¡abalí, ni ningún otro animal. Lo que me ha sido destinado por los dioses para alimento es el pichón. Déjamelo. El halcón come pichones: es la ley eterna»

El rey se resiste a entregarlo. Le ofrece en cambio su reino. El halcón no lo acepta. Sólo se aviene a dejarlo cuando el rey le dé un pedazo de su misma carne, que pese tanto como el pichón. Oncínara, sin vacilar, corta un pedazo de su carne y se lo entrega; pero no pesa tanto como el pichón. Vuelve a corlar otro pedazo. El pichón pesa más. Entonces el rey caritativo, el rey santo, trata de ponerse él mismo en el platillo; pero cae desmayado. Recobra el sentido y por un esfuerzo supremo, descarnado y cubierto de sangre, sube a la balanza.

El acto de amor se ha consumado. La gran ley, la verdadera ley, la ley esencial del universo, se ha cumplido. Los dioses se dan por satisfechos y el rey Oncínara sube al Cielo.

Esta hermosa leyenda es la que evoco siempre que veo una tela de araña, para persuadirme de que otras más sutiles, más brillantes, invisibles para los ojos de la carne, envuelven y guardan este enigmático universo.

 

Fuente: "La esfera" Madrid, 10/1/1914


Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.

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